Colección: Juan Enrique Barros B.

 

Soy informático de profesión, pero desde siempre he sentido una profunda pasión por la fotografía y el arte. Mi camino me ha llevado a radicarme hace un tiempo en Boston, Massachusetts, donde he descubierto innumerables rincones que cobran vida con cada temporada, ofreciéndome nuevos ángulos y perspectivas.

La fotografía callejera ha sido siempre mi verdadera pasión. En cada imagen, los objetos interactúan entre sí, creando texturas y formas que, al fusionarse, transmiten una energía única. Hay una vibración invisible que se percibe en la escena, y es esa energía la que me impulsa a capturarla. Cada momento congelado en el papel se convierte en una historia distinta, una historia que varía dependiendo de quién la vea, de cómo la sienta y de cómo la analice.

Lo que busco con mis fotografías es ir más allá de lo visible, conectando con lo intangible, con ese latido profundo que une a todo lo que nos rodea. Cada imagen no solo cuenta una historia, sino que tiene el poder de generar una conexión emocional, una vibración que trasciende el tiempo y el espacio.

De a poco, he comenzado a sentir una fascinación cada vez mayor por los retratos. El encanto que tienen, la conexión directa con el alma de la persona frente a la cámara, está abriendo nuevos horizontes en mi forma de ver la fotografía. Cada rostro, cada expresión, tiene su propia historia que contar, y al capturarla, siento que se abren puertas a un universo emocional aún más profundo. Estos retratos no solo son imágenes, sino momentos en los que se revela la esencia de quien se encuentra frente a mí, y eso es lo que me sigue motivando a explorar más allá.